En el medio de una estafa preparada para quebrar el marco de los Estados Nación y dar paso al nuevo feudalismo financiero, el malestar ciudadano va creciendo. Debacles electorales de los bipartidos en varios países, ascenso de una izquierda que sin complejos se reclama soberana, caída de los consensos ciudadanos en torno a los recortes y una movilización social en la calle cada vez más amplia, van dibujando un escenario de creciente confrontación.
Es cierto que la tensión crece, pero no se ha desbordado. Hay miles de personas que salen a la calle y casi ningún incidente digno de mención. A pesar del lenguaje apocalíptico de los medios de la caverna o del odio de muchos antidisturbios, esto aún no ha estallado.
Aunque en Valencia o en el desalojo de la Plaza de Cataluña tuvieron que recular, lanzaron varios mensajes que no hay que olvidar: Impunidad para las fuerzas policiales que se excedan, escenificada en los indultos a Mossos torturadores o en la defensa política a ultranza de las desmedidas actuaciones represivas. Un lenguaje de mano dura contra la protesta, aunque esta sea de baja intensidad, con un aviso claro de impedir a toda costa el cuestionamiento social de las medidas neoliberales. Y una escenificación de la violencia que, aunque provocada la mayoría de las veces por el exceso policial o las órdenes políticas, proyecta la culpabilidad sobre los propios damnificados gracias al altavoz mediático o a la legitimidad intrínseca del que ejerce la autoridad institucional.
Hasta ahora funcionan los mensajes maniqueos dirigidos a electores y bases sociológicas: El orden frente al desorden. El trabajo frente a los vagos. El silencio frente a los gritos.
Un policía pegando porrazos culpabiliza de hecho a quien los recibe. Es el resultado de la pedagogía del poder y de los medios a su servicio. Es el fruto cultural y psicológico de los 40 años de exterminio franquista, de los 30 años de democracia condicionada. Nos enseñaron a saber quien es el malo. Nos enseñaron a votar. Nos enseñaron a tener miedo odiando al que se rebela.

Aunque este caso ha sido conocido por la detención de tres estudiantes que gracias a la presión social han sido puestos en libertad, quiero centrarme en el encarcelamiento de la Secretaria de Organización de CGT-Barcelona, Laura Gómez, detenida el 25 de abril bajo acusaciones peregrinas. Tras presiones de la Generalitat, la Jueza del Juzgado de Instrucción Nº 23 de Barcelona, decreta y mantiene en prisión sin fianza a una sindicalista que no tiene antecedentes penales, con domicilio y trabajo fijo, es decir, que goza de todos los requistos para que se le conceda una libertad condicional que no se le permite a ella, pero sí a banqueros o a políticos corruptos.
Actuaciones punitivas como la que se llevan a cabo contra Laura son en realidad un globo sonda contra todos, y nuestro silencio, una luz verde para que sigan subiendo la presión de esta olla represiva.
Nunca es tarde para que grandes y pequeños sindicatos, partidos y organizaciones, movimientos sociales y vecinales alcemos la voz para exigir la libertad de Laura y el fin de esta política represiva neofranquista.
Más información en: http://laurallibertat.wordpress.com/